En realidad, este comentario debería estar en la primera plana de todos los periódicos Nacionales !!!!
Siento un gran respeto por estas personas y por eso lo expreso de esta manera.
EL MÁS BUENO
Espacio virtual merecido
Por Felipe Fournier
Nunca me ha gustado presumir de mis logros, no es mi estilo.
Sin embargo, me embriaga una indignación tan profunda en este
momento, que no me queda más remedio que sacar a relucirlos con tal de
opacar y avergonzar a los políticos de nuestro país. Esos que hoy en
día se burlan de nuestra dignidad e inteligencia mediante sus
“espacios políticos pagados”.
Les habla Felipe Fournier, EL MÁS BUENO. Sí, modestia aparte, nunca
lo he dicho antes, pero ahora más que nunca lo necesito gritar a los
cuatro vientos.
El mejor vibrafonista de jazz de Costa Rica. Primer promedio de la
Universidad Nacional en el 2006. Nominado al Grammy 3 veces
consecutivas en 2 años. Primer estudiante internacional en recibir la
beca Enrique Fagundo del Conservatorio de Música de Puerto Rico.
Promedio de honor en el Conservatorio Castella, Universidad de Costa
Rica, Universidad Nacional y Conservatorio de Música de Puerto Rico.
También he sido admitido en las 2 escuelas de música más
prestigiosas de Boston, Massachusetts; que son Berklee College of
Music y New England Conservatory. A ninguna de las dos he podido
asistir por falta de dinero, a pesar de que he sido becado
parcialmente por ambas instituciones.
Del otro lado, entonces, tenemos a este puñado de políticos sin
vergüenza quienes se regodean en su mediocridad, recibiendo apoyo
económico y salarios altísimos, orgullosos de ser “LOS MENOS MALOS”.
¿Y los más buenos?
¿Dónde quedó la publicidad y el apoyo para nosotros, los más buenos?
¿Que hay de Franklin Chang en la astronomía? ¿Jiménez Deheredia en
el arte? ¿Tapado Vargas en la música? ¿Claudia Poll en el deporte?
¿Escuchamos de ellos tanto como se lo merecen?
De fútbol ni hablar, casi todos son malos. Y por eso reciben tanta
propaganda y dinero del país. Pero hablemos también de LOS MÁS BUENOS
desconocidos, porque existimos también muchos buenos sin fama:
Marie Ramírez, cuarto lugar mundial del boliche; Milena Rodríguez
en la danza; Manuel Monestel en la etnomusicología, Walter Flores en
la música y ganador de 3 Grammys, Victor Hugo Acuña en la historia,
Fernando Contreras y Luis Chávez en la literatura… ¿les suena familiar
alguno de ellos?
El clan de LOS MÁS BUENOS tiene una larga lista de nombres, los
cuales no voy a poner por razones de espacio y además porque,
lamentablemente, la mayoría de la gente no sabe ni quienes son. Sus
filas incluyen a la vecina de al lado que mantiene sola a sus tres
hijos, y al señor de la pulpería que viene de la pobreza extrema y
aún así ha logrado prosperar en su negocio.
El punto al que quiero llegar es que, de un lado, estamos este
grupo de personas esforzadas, talentosas, honestas y perseverantes
quienes luchamos día a día, sin descanso, para poner el nombre de
nuestro país en alto, de manera casi anónima… Y del otro lado, tenemos
a la gente que se encarga de representarnos oficialmente frente al
mundo, los que gozan de cobertura noticiosa y apoyos gubernamentales
millonarios, hinchando sus pechos con la satisfacción de ser del clan
de LOS MENOS MALOS; o sea, mediocres que se enorgullecen de hacer a
medias su trabajo y a cambio recibir la mayor parte del pastel.
¿Qué nos queda por hacer entonces a los ticos? ¿Qué podemos hacer?
¿Qué nos queda?
Pregunto con urgencia porque la impotencia que me envuelve es enorme.
Yo, en este momento, estoy haciendo lo primero que se me ocurrió:
escribirlo, denunciarlo, sin pretensiones de que éste ensayo se
convierta en un tratado.
No, no, no, esto no es más que un desahogo. Un desahogo de un
representante de los más buenos.
Yo, el más bueno, no tengo dinero para estudiar en la universidad
que merezco, ni para pagar un espacio político como los Fishman,
Arias, Solís o Guevara.
Pero tengo coraje, dignidad y ganas. Sobre todo ganas. Y no son
ganas de aprovecharme del pueblo ni de vivir cómodamente a expensas de
los demás.
Las mías son ganas de superarme, de pasar de ser EL MÁS BUENO a ser EL
MEJOR DEL MUNDO, aunque tenga que morirme de hambre en el proceso.
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